Testimonio de Cecilia
Cuando llegué al consultorio de la Dra. Suárez no tenía ni idea del tipo de parto que quería. A través de la página web y después de la primera consulta, me enteré de la Unidad de Parto Natural y empecé a leer sobre el tema, a buscar más información en internet sobre el parto natural. Intenté informarme lo máximo posible para entender bien la filosofía que representaba. Para terminar de tomar la decisión fuimos a la jornada de puertas abiertas, donde además de conocer las instalaciones pudimos hablar con Marina y sacarnos todas las dudas. Cuando salimos de ahí, mi marido y yo lo teníamos claro: queríamos que nuestro parto fuera de esa manera, en un entorno cálido y tranquilo, con acompañamiento continuo, y respetando la fisiología y naturaleza de cada parto; mientras al mismo tiempo teníamos la tranquilidad de estar en el entorno del hospital ante cualquier urgencia.
A partir de la semana 36 empezamos a ir a monitores, en donde teníamos la oportunidad de seguir hablando con Marina y con Patricia sobre todo lo que se venía. Ellas nos iban preparando para cuando llegara el día en que empezara con mi trabajo de parto. Esto nos permitió ir desarrollando un vínculo con ellas que resultó fundamental para generar la confianza para ese día.
Llegué a la semana 40 y todavía no tenía indicios de que el parto fuera a comenzar. En la consulta con la Dra. Suárez vieron que el bebé ya estaba muy grande, su peso estimado era de 4,5kg y la doctora decidió inducir el parto esa misma tarde para evitar que siguiera creciendo y dificultara la opción de un parto natural. En ese momento se me vino todo abajo cuando me di cuenta que mi parto ya empezaba a desviarse de lo que yo había deseado, planeado e imaginado. Empecé a escuchar que la gente decía cosas como que era muy grande, que seguro tenía que ir a cesárea, que iba a ser imposible para una primeriza…y empecé a perder la confianza en mí misma y tener un poco de miedo. Patricia en todo momento me daba aliento con sus palabras para que estuviera tranquila.
Empezamos la inducción con propess esa misma tarde, y pasamos una noche con algunas contracciones hasta las 2am cuando rompí la bolsa. A partir de ese momento monitores a toda hora, contracciones más dolorosas y además empecé a devolver sin poder parar. Me había llevado mi pelota e intentaba relajarme como si estuviera haciendo los pródromos en casa, pero después de una noche sin dormir, sin comer ni beber, y con mucho dolor, se me empezó a hacer todo cuesta arriba.
A las 9 de la mañana llegó Patricia y bajamos a la habitación de Parto Natural. Solo llegar, encontrarme con ese ambiente acogedor, y con el apoyo de Patricia dándome palabras de aliento, sentí que se me renovaban las energías para seguir un poco más. Empezamos a probar distintas cosas: primero con la pelota, y colgando de la liana. Después Patricia me trajo el gas que me ayudaba a controlar las respiraciones y llevar mejor las contracciones. Cada cosa que íbamos probando me iba ayudando hasta que necesitaba cambiar a algo distinto. Me metí en la ducha y estuve ahí también un buen rato, Patricia me trajo la pelota para meterla adentro de la ducha y después la silla de parto para intentar otras posiciones. Intenté también estar de pie y en cuadrupedia sobre la cama, pero la presión que sentía ya era muy intensa y las contracciones muy dolorosas. Debían haber pasado unas tres o cuatro horas (aunque yo en ese momento no era consciente del paso del tiempo) cuando sentí que ya no podía más: eran ya muchas horas sin dormir, me sentía cansada y débil, seguía con vómitos y me había quedado sin energías. Le pedí a Patricia que hiciéramos una nueva exploración aunque sabía que todavía faltaba…ahí fue cuando me dijo que recién estaba de 5cm. Otro bajón anímico al darme cuenta de todo lo que faltaba aún. Fue entonces que Patricia me sugirió el último recurso, la bañera. Me la preparó y me metí, intentaba dejar que mi cuerpo flotara en las contracciones y en los descansos reposaba mi cabeza en una almohada e intentaba dormitar. Lucas, mi marido, me pasaba la ducha por la espalda para relajarme. Pero yo ya no podía más, Patricia se acercó y con suavidad me preguntó qué quería hacer, la decisión era mía 100% y entonces pedí la epidural.
Cuando de pronto las contracciones desaparecieron sentí una mezcla de sensaciones: por un lado el alivio de que finalmente iba a poder descansar un poco para juntar fuerzas para el último tramo pero por el otro lado me empecé a sentir totalmente desconectada y ajena a mi parto, en el que venía trabajando desde hacía tantas horas. Pasaron unas cinco horas más en las que Patricia iba controlando mis contracciones con los monitores. Yo le iba preguntando sobre el progreso e intentaba dormir y mentalizarme para lo que venía.
La Dra. Suárez bajó a la sala de parto justo antes de empezar con el expulsivo y me dio algunos consejos para empezar a pujar, porque todavía sentía bastante la epidural y no notaba nada las contracciones.
Iba pasando el tiempo y yo trataba de pujar cada vez más fuerte y más tiempo pero el avance era muy lento. Le preguntaba todo el tiempo a Patricia si lo estaba haciendo bien, y ella me tranquilizaba diciéndome que iba todo bien y que siguiera así. Cada tanto me ofrecía tocar para notar el avance y sentir la cabecita que empezaba a asomarse, para darme ánimos para seguir. Con el tiempo empecé a notar que se me bajaba el efecto de la epidural, entonces pude empezar a sentir la sensación de pujo lo que me ayudó muchísimo en la última parte, porque podía saber el momento exacto en el que tenía que empujar y el punto en el que tenía que concentrar la fuerza.
Pasadas ya dos horas de expulsivo mis pujos dejaron de ser guiados y contenidos y empezaron a ser por impulso, con cada contracción yo gruñía y empujaba con las pocas fuerzas que me quedaban. En la sala de parto sentía que empujábamos todos: Lucas que me sostenía las piernas, Patricia que me alentaba para que siguiera un poco más, y a lo último también la Dra. Gely que vino a asisitir cuando estaba en la recta final.
Como el tiempo pasaba y el avance era muy lento, totalmente agotada y ya con muy poca fuerza, la Dra. decidió ayudarme en el último pujo con la ventosa. Otra cosa que no formaba parte de mi parto ideal pero a esa altura ya era consciente de que debía dejarme llevar y entender que hay cosas que simplemente no se pueden planificar.
Cuando mi bebe finalmente salió eran casi las 10 de la noche. Me lo pusieron en mi pecho y yo no podía dejar de llorar de la emoción y del alivio de que hubiera terminado todo. Me disponía a disfrutar con mi marido de ese primer contacto piel con piel cuando salgo abruptamente de mi burbuja al ver que la pediatra (que hasta ese momento se había mantenido a un costado casi imperceptible) lo envolvía en una toalla y se lo llevaba de la habitación. Me empecé a desesperar aunque todos me decían que mi bebé estaba bien, pero no lo traían y yo veía a Patricia entrar y salir y estaba muy nerviosa. Finalmente vino la pediatra a confirmarnos que iban a llevarlo a neonatología para quedar en observación ya que tenía distres respiratorio. Lo trajeron en una cuna para que lo pudiera ver y enseguida se lo llevaron, junto con su papá que se fue a hacer el ingreso.
De pronto me quedé sola envuelta en un halo de tristeza y en ese momento agradezco las palabras de la Dra. Gely, que estaba conmigo para alumbrar la placenta y coser los puntos, que me tranquilizó y me hizo sentir mucho mejor. En un momento así hasta las palabras de aliento más simples hacen mucho y realmente estoy muy agradecida a todo el equipo por eso.
Por suerte sólo estuvo en neonatología algunas horas y al día siguiente ya le dieron el alta y lo trajeron a nuestra habitación. A las 48hs ya teníamos el alta y nos fuimos a casa. A los pocos días vino Marina a casa a la revisión posparto. Me ayudó con varias dudas que tenía sobre la lactancia, hablamos sobre los cuidados de aquí en adelante y nos despedimos.
Cuando miro atrás y pienso en el parto, a pesar de todas las dificultades y todo lo que no salió como esperábamos, me doy cuenta ahora que lo volvería a hacer de la misma manera. Estoy súper agradecida a la Dra. Suárez y todo su equipo, pero fundamentalmente a Marina y Patricia, en especial esta última, ya que tengo claro que no podría haberlo conseguido sin su apoyo, sus palabras, su contención y sus consejos. Son profesionales verdaderamente y hacen que la experiencia del parto sea algo completamente diferente y maravilloso, incluso cuando los planes se tuercen. Ahora puedo recordar mi parto y sentir una enorme felicidad, a pesar de que fue muy largo y difícil, sabiendo que cada decisión que fuimos tomando fue siempre consensuada.
Gracias infinitas Patricia, Marina, y todo el equipo de la Dra. Suárez!